El control del relato es uno de los grandes frentes de la guerra entre Israel y Gaza. El Ejército del Estado israelí ha decidido dar una vuelta de tuerca a los mensajes difundidos hasta ahora y mostrar a un grupo de periodistas unas imágenes recuperadas de diferentes cámaras que muestran algunos momentos del ataque de Hamás del pasado 7 de octubre, cuando esta milicia islámica mató a 1.400 israelíes. “¿Por qué estoy vivo? ¿Por qué estoy vivo?”, grita un niño entre lamentos y llantos en la pantalla del auditorio de una base militar cerca de Tel Aviv que acoge el acto en la mañana de este lunes. En la imagen, un miembro de Hamás acaba de asesinar a sangre fría a su padre con una granada de mano. Observan la escena completa de esa proyección más de un centenar de reporteros de medios internacionales. Los medios locales no fueron invitados para tratar de reducir daños dentro del país, según la argumentación oficial. Algunos de los presentes rompen a llorar o, en ocasiones, no son capaces de mantener la vista en la proyección. Esta, de 43 minutos, muestra momentos durísimos que dan idea de cómo se llevó a cabo la matanza y de su dimensión.
Las imágenes de violencia extrema y muerte se han extendido respecto a conflictos de otras épocas, especialmente a través de las redes sociales. Ocurre no solo en la guerra que se libra en Oriente Próximo. Esos vídeos y fotografías de contenido explícito de alto voltaje se han erigido en un arma ordinaria en los conflictos actuales y ninguna de las partes, ni Israel ni Gaza, quiere perder la oportunidad de emplearla. En una escena que dio la vuelta al mundo, varios médicos ofrecieron el 17 de octubre una rueda de prensa rodeados de cadáveres tras el ataque a un hospital en la Franja. Además, internet presenta cada día todo tipo de fotos y vídeos con palestinos muertos de todas las edades. También los resultados de los bombardeos israelíes, que han matado a más de 5.000 personas desde el día 7, la inmensa mayoría civiles de todas las edades. A veces son las propias autoridades palestinas las que hacen llegar a sus contactos vídeos con imágenes no menos horribles que las mostradas este lunes en Tel Aviv. Mientras, los informadores siguen teniendo vetada la entrada a Gaza.
Pese a todo, Israel defiende que no existe comparación entre el ataque de Hamás y la respuesta israelí. “No puedo entender la comparación”, afirma el general Michael Edelstein tras la proyección. Esa visión que consideran sesgada de los medios es uno de los motivos que les ha llevado a convocar el acto con periodistas. El general insiste, a pesar de las imágenes de muerte y destrucción por los ataques de Israel que llegan cada día del enclave palestino, en que ellos no buscan “matar a niños, ancianos o familias”. Los de Hamás, según Edelstein, llevaban tantas cámaras porque entre sus órdenes, además de matar, secuestrar y violar, estaba también la de documentar el ataque.
Este tipo de imágenes suponen “una maquinaria propagandística que utiliza uno de los canales más virales que existe hoy día: las redes sociales”, explica Laura Cuesta Cano, especialista en redes sociales, profesora de Cibercomunicación y autora del libro Crecer con pantallas. “Este es precisamente el objetivo: intentan crear miedo en la población, y lo hacen tomando estas representaciones gráficas extremas, ya que los angustiados y furiosos ciudadanos pueden, sin saberlo, propagar el miedo al verlas y volver a publicarlas”.
La difusión masiva e inmediata de esos mensajes va acompañada de una menor capacidad retentiva por parte del receptor, absorbido por una espiral cada vez mayor de contenidos. Es decir, el impacto de imágenes sorprendentes o violentas como las de la guerra calaban más antes en quien las recibía, cuando el número de impactos era menor que en la era digital. “Es la anestesia del espectador”, según Jorge Gallardo, director del Grado de Comunicación Audiovisual y Nuevos Medios de la Universidad Camilo José Cela y director adjunto del programa Espejo Público de Antena 3. Reconoce que hoy, “el telespectador, sobre todo el más joven, está acostumbrado a todas estas imágenes por las redes sociales, que se saltan los controles”. Esos controles son los que filtran e impiden que vídeos, por ejemplo, de extrema violencia, acaben en los medios de comunicación. El acto, para el que la oficina de prensa del Gobierno de Israel gestionó la invitación, tiene un “fin propagandístico” y “una intencionalidad clara: busca ponerte de su parte”, considera Gallardo.
El ejército de Israel retira los móviles a los periodistas antes de comenzar la proyección. Está prohibido capturar o grabar imágenes. El muestrario del horror recoge disparos a corta distancia, asesinatos de personas —incluso un perro— que tratan de huir o protegerse, pilas de cadáveres quemados de víctimas de todas las edades (bebés incluidos), cadáveres maniatados, lo que parece un militar decapitado, heridos vejados en el momento de ser secuestrados… En algunos casos, al grito de “Alá es grande”, los atacantes se regodean en los cuerpos y la sangre, se suben sobre ellos. “¡Graba!”, ordena uno mientras remata a una víctima con un disparo en la cabeza. Otros celebran la masacre llamando a sus familias en Gaza por teléfono. “¡Papá, he matado a diez con mis propias manos, a diez! ¡Tengo mis manos manchadas de su sangre! ¡Mamá, tu hijo es un héroe!”, grita un tal Mahmud festejando la carnicería, según la llamada interceptada y presentada junto a la proyección.
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El propio portavoz del ejército, Daniel Hagari, asegura haber tenido dudas de si mostrar los vídeos. Finalmente, como parte de esa maquinaria que forma parte de la guerra, han decidido enseñarlos a puerta cerrada para tratar de hacer comprender este “desastre horrible”. Sus palabras tratan de equiparar a Hamás con el Estado Islámico (ISIS, según sus siglas en inglés). De hecho, aparecen dos fotos de banderas de ese grupo terrorista supuestamente portadas por los atacantes el 7 de octubre. Según Hagari, la información que llega del lado de Gaza es mentira y les acusa de difundir contenidos falsos para conseguir ayuda humanitaria.
Los vídeos se han tomado de cientos de horas de grabación registrada por las cámaras que llevaban los atacantes adheridas al cuerpo, las propias de seguridad de las comunidades y las viviendas asaltadas, de teléfonos móviles de víctimas y atacantes, de las colocadas en los vehículos y de las de control de tráfico. Tanto los supervivientes como algunos miembros de Hamás han difundido también algunas en internet.
El padre asesinado con la granada de mano trataba de proteger a sus dos hijos. Las cámaras de la casa grabaron la brutal escena. Los tres corren en calzoncillos hacia la estancia considerada como más segura de la vivienda. Uno de los atacantes les lanza sin piedad una granada de mano y el padre, que hacía de escudo ante los niños, muere en el acto, aparentemente. Los pequeños corren despavoridos, cubiertos con la sangre de su progenitor. Instantes después, en el interior de la vivienda, los dos hermanos, de unos 10 y 12 años, se ayudan, se miran las heridas y se tratan de tranquilizar en vano, según el vídeo presentado por el ejército. Uno de los yihadistas que acaba de asesinar a su padre abre la nevera y les ofrece agua con total normalidad. La escena en la casa se completa con la llegada de la madre, protegida por guardias del kibutz, y se ve cómo esta se encuentra con el cadáver de su marido. Interesados por saber qué fue de esa familia, la respuesta a los periodistas invitados ha sido el silencio. Los mandos militares que les han atendido tras la proyección no han querido ofrecer más detalles.
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