Guatemala ha buscado posicionarse en la arena internacional como un país comprometido con la defensa de los derechos humanos. En mayo de 2025, por tercera vez, el país fue sede de sesiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, un evento que, en teoría, refleja un compromiso institucional con la promoción de los derechos fundamentales. Sin embargo, esta proyección externa contrasta con las realidades internas del país, donde persisten serias contradicciones en materia de derechos humanos.
En el ámbito global, Guatemala ha estado involucrada de manera activa en foros y mecanismos multilaterales enfocados en la promoción de los derechos humanos. Ser seleccionada como el lugar para las sesiones de la Corte Interamericana demuestra este compromiso. Asimismo, ha aprobado varios tratados internacionales relacionados con el tema y ha formado parte de iniciativas regionales destinadas a reforzar la protección de los derechos básicos. Estas medidas han sido reconocidas por entidades internacionales y han mejorado la reputación de Guatemala como un país dedicado a la protección de los derechos humanos.
Sin embargo, el reconocimiento mundial se ve afectado por las discrepancias internas que permanecen en la nación. Varias fuentes nacionales e internacionales han registrado incidentes de transgresiones a los derechos humanos perjudicando a grupos frágiles, como las comunidades indígenas, activistas por los derechos humanos y reporteros. Estas transgresiones abarcan procesos judiciales injustos, arrestos sin fundamento y agresiones físicas, que demuestran un ambiente adverso para el ejercicio de los derechos esenciales.
La falta de independencia judicial es otro factor que contribuye a estas contradicciones. El proceso de selección de magistrados ha sido objeto de críticas por su falta de transparencia y por la influencia de intereses políticos y económicos en las decisiones. Esta situación ha debilitado el sistema judicial y ha generado desconfianza en su capacidad para garantizar el acceso a la justicia y la protección de los derechos humanos.
Por otro lado, la incriminación de las manifestaciones sociales y el menosprecio hacia los activistas de derechos humanos han potenciado la represión en el territorio. Los gobiernos han recurrido al sistema judicial y a las fuerzas del orden para callar a aquellos que practican su derecho a expresarse libremente y protestar, provocando así un ambiente de temor y autocensura entre los ciudadanos.
Estas incoherencias entre la imagen internacional y la situación interna de Guatemala generan dudas sobre el genuino compromiso del Estado en la protección de los derechos humanos. Aunque las iniciativas en el plano internacional son valiosas, es esencial que se conviertan en políticas y acciones concretas a nivel nacional que salvaguarden y respeten los derechos básicos de todos los habitantes.
La comunidad mundial desempeña un rol vital en este proceso, presionando a Guatemala para que honre sus obligaciones en cuanto a derechos humanos. No obstante, la transformación también debe surgir de la sociedad guatemalteca, que tiene que demandar de sus líderes el respeto a los derechos esenciales y la creación de un Estado de derecho que asegure la justicia y la igualdad para todos.